Sangre envenenada

En una exposición anterior les conté como una situación accidental propició que tuviera un encuentro sexual con mi hermana. En aquel entonces, estábamos en un camping disfrutando de la temporada estival y ella, desnuda dentro de su carpa gritó pidiendo ayuda al ver una enorme araña peluda. Yo acudí al llamado, maté la tarántula y recibí como premio los abrazos de mi hermana. Luego su cuerpo caliente, su atractivo embrujante y el sabor de lo prohibido nos hicieron caer en una relación alucinante, tan grata como incestuosa. A ambos nos gustó mucho el sexo que tuvimos, pero por razones morales nos prometimos no repetirlo.

Y así lo hicimos el resto de esas vacaciones, pero quedó en mi boca el sabor de sus labios, el recuerdo de su cara sonrojada, mezcla de deseo y vergüenza por lo que estábamos haciendo, sus ojos azules y su pelo rubio que caía hacia atrás mientras mi espada entraba en su pubis satisfaciendo mi apetito por ella.

Una parte de mi quería ignorar lo que había pasado, la otra luchaba ferozmente por repetirlo.

Después de aquellas vacaciones traté de verla poco, para no tentarme. Me era incómodo ir a visitarla con mi esposa. Trataba de poner mi mente en blanco, de no mirarla y sentía que a ella le ocurría lo mismo.

Ella se consiguió un novio, que la visitaba más o menos con pretensiones serias. Lo se porque una vez lo presentó y yo reaccionando con ciertos celos, me hice el amigo y lo invité a tomar unos tragos y jugar pool, como forma de confraternizar.

Pronto la conversación giró sobre la relación con ella. Lo forcé a tomar una cerveza tras otra, para que soltara la lengua y finalmente le pregunté si se la estaba tirando. El tipo aturdido y sin saber a que venía la pregunta contestó que eran muy discretos, que ella salía los martes de su trabajo dos horas antes y se encontraban en un hotel para que mis sobrinas no se enteraran y no perturbaran la relación.

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Estaba envenenado, quería ser bueno y acabar con todo, pero en mi boca sentía el sabor de mi hermana. Quería tener buenas relaciones con mi esposa, pero solo lograba pobres resultados.

Pensé en volcarme al trabajo, pero cada vez que encontraba pausas, aparecía siempre el mismo dilema, el mismo deseo.

Así como todos los tipos mediocres me hice una torpe idea "le voy a pedir si puedo tener una sola vez más con ella y va a ser la última, así tal vez se arregle mi situación".

Sabía lo que era necesario, era martes y de acuerdo a lo que averigüé, el llegaba antes y partía antes, para que no los vieran juntos, así que era muy sencillo. Ese día fui hasta afuera del hotel y esperé a que el se fuese. Luego entré, averigüé la habitación y golpee a su puerta.

Alejandra, mi hermana ya se había vestido y se preparaba para irse cuando llegué. Al abrir la puerta y verme quedó boquiabierta, sus ojos azules se volvieron enormes mientras palideciendo preguntó "que haces tu aquí". "No es lo que pensas, no soy una puta" y siguió hablando y dando excusas mientras yo nada decía, hasta que finalmente me salio la voz y pregunté "¿puedo pasar?". "Si por supuesto, pero quiero aclararte que..." Y le plante un beso. "No no hagas eso, no es lo que crees" dijo ruborizada.

Me quedé contemplándola. Estaba divina, su cara hermosa como una muñeca, a su cuerpo sinuoso nada había que quitarle o agregarle para mejorarla. Sus senos resaltaban bajo la sudadera que llevaba puesta y su pantalón blanco vestía el contorno de sus caderas en forma de ánfora.

Me había quedado sin palabras. Era tanto lo que yo debía explicar que no podía, solo pude volver a besarla. Ella me separaba y trataba de explicar cosas, pero yo solo respondía besándola nuevamente, con ternura, con gozo y pronto empezó a ceder.

Noté que ahora ella comenzaba a responder, como la primera vez. Me metió la lengua en mi boca, señal de que ella también deseaba que pasase y que la historia se iba a repetir, pero con una diferencia. Esta vez podíamos hacer durar el momento.

Luego del beso de lengua se separó y me dijo "sabes que esto esta mal" "pero no puedo evitarlo le contesté" mientras le quitaba la sudadera quedando a mi vista sus lindas tetas blancas, gordas como melones. Lentamente ella comenzó a desprenderme la camisa mientras refregaba su pubis contra mi pantalón.

"Para evitar esto me conseguí un novio y traté de hacer al amor por lo menos todas las semanas" dijo Alejandra, mientras yo empecé a chuparle las tetas y un "aaahh" se le escapó por su boca.

¡Qué calientes que estábamos los dos! Cuanto habíamos ansiado esto que estaba sucediendo. Durante un rato pasé alternando los besos en la boca con las chupadas y lambidas en las tetas. ! Que sabrosas eran ambas cosas! No sabía cual me satisfacía más. ¡Y como me excitaba escuchar sus gemidos, dulces, suaves, placenteros.

Seguían los pantalones. Yo le fui desprendiendo el de ella, la tire en la cama y se lo saqué. Mi pija había crecido enorme y se había puesto muy dura. Ella gateo hasta el borde de la cama y comenzó a soltar el cierre de mi pantalón, abrió mi slip y sacó de adentro mi pepino.

! Que ofrenda me hizo cuando lo empezó a chupar ¡. No era que yo me excitara por hacerlo sino que la muy puta sabía como hacerlo. Lo apretaba con su lengua contra su paladar, movía su lengua lentamente y chupaba. Lo sentía aprisionado por algo dulce como no existe ni en los mejores sueños y me succionaban como cuando ordeñan a una vaca.

Le pedí que terminara de sacarme los pantalones. Soltó mi pene, me agarro de la mano y jaló tirandome dentro de la cama. Luego ágil como una gata saltó hacia mis pies y con una sonrisa de satisfacción tiró de mis pantalones hasta que salieron. Luego volvió sobre el slip y también lo sacó para volver a chuparse mi pija. Ella estaba encima mío y yo la fui girando hasta tener sus bien torneadas piernas en mi cara. Era hora de sacarle su bombachita.

Tuve que esforzarme para no licuarme cuando a la vez que ella me chupaba la pija, yo la agarraba de la cintura quitándole la bombacha. Tuve que concentrarme más en como era la bombacha que en lo que descubría al hacerlo.

Encima de mi boca quedó su pubis. La agarre de la cintura, la traje hacia mi yo también comencé a chuparla. Cada vez que yo metía mi lengua ella exclamaba de gozo y me aflojaba un poco, de modo que esto me sirvió para hacer durar el 69. Ambos nos chupamos, nos embebimos de nosotros mismos con avidez y cuando sentí que habíamos saciado un poco nuestra hambre le pregunté si podía eyacular dentro de su boca contestando "mmmii.." y entonces me solté, me la chupetee con todas las ganas que tenía y ella hizo la mismo, hasta que sentí sus jugos brotando de su vagina a la vez que mi semen salía como un chorro de mi manguera bañando su boca.

Nos quedamos un rato así abrazados y pudimos charlar algo. Yo le dije que trataba de apartarme de ella porque no estaba bien, pero que me era imposible y que quería hacerlo una última vez más. Ella me dijo que sentía lo mismo y que sabia que si volvía a probar el cáliz divino del sexo conmigo no iba a poder parar nunca más.

Ambos nos angustiamos con la situación, así que para consolarnos la bese una vez más. La angustia cedió paso al deseo, a la excitación. Me subí encima de ella y le introduje mi pija en su pubis una vez más y comenzamos a cojer nuevamente.

Estábamos excitados, era la forma como nos aliviábamos. Nos alternamos con gran avidez en quien estaba arriba y quien abajo. Hicimos varias poses y luego de de un tiempo que no pudimos medir, volví a eyacular, esta vez dentro de su tacita de plata.

Teníamos un gran problema. No era solo lujuria, también había amor y del bueno. El drama es que nadie lo iba a comprender.

Esta vez acordamos que íbamos a seguir siendo amantes pero ocultos porque nadie nos iba a apoyar.

Así que tuvimos que seguir, una vez a la semana, encontrándonos furtivamente en hoteles, escondiendo nuestro secreto a nuestros seres más queridos.