Sangre envenenada

En una exposición anterior les conté como una situación accidental propició que tuviera un encuentro sexual con mi hermana. En aquel entonces, estábamos en un camping disfrutando de la temporada estival y ella, desnuda dentro de su carpa gritó pidiendo ayuda al ver una enorme araña peluda. Yo acudí al llamado, maté la tarántula y recibí como premio los abrazos de mi hermana. Luego su cuerpo caliente, su atractivo embrujante y el sabor de lo prohibido nos hicieron caer en una relación alucinante, tan grata como incestuosa. A ambos nos gustó mucho el sexo que tuvimos, pero por razones morales nos prometimos no repetirlo.

Y así lo hicimos el resto de esas vacaciones, pero quedó en mi boca el sabor de sus labios, el recuerdo de su cara sonrojada, mezcla de deseo y vergüenza por lo que estábamos haciendo, sus ojos azules y su pelo rubio que caía hacia atrás mientras mi espada entraba en su pubis satisfaciendo mi apetito por ella.

Una parte de mi quería ignorar lo que había pasado, la otra luchaba ferozmente por repetirlo.

Después de aquellas vacaciones traté de verla poco, para no tentarme. Me era incómodo ir a visitarla con mi esposa. Trataba de poner mi mente en blanco, de no mirarla y sentía que a ella le ocurría lo mismo.

Ella se consiguió un novio, que la visitaba más o menos con pretensiones serias. Lo se porque una vez lo presentó y yo reaccionando con ciertos celos, me hice el amigo y lo invité a tomar unos tragos y jugar pool, como forma de confraternizar.

Pronto la conversación giró sobre la relación con ella. Lo forcé a tomar una cerveza tras otra, para que soltara la lengua y finalmente le pregunté si se la estaba tirando. El tipo aturdido y sin saber a que venía la pregunta contestó que eran muy discretos, que ella salía los martes de su trabajo dos horas antes y se encontraban en un hotel para que mis sobrinas no se enteraran y no perturbaran la relación.

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Estaba envenenado, quería ser bueno y acabar con todo, pero en mi boca sentía el sabor de mi hermana. Quería tener buenas relaciones con mi esposa, pero solo lograba pobres resultados.

Pensé en volcarme al trabajo, pero cada vez que encontraba pausas, aparecía siempre el mismo dilema, el mismo deseo.

Así como todos los tipos mediocres me hice una torpe idea "le voy a pedir si puedo tener una sola vez más con ella y va a ser la última, así tal vez se arregle mi situación".

Sabía lo que era necesario, era martes y de acuerdo a lo que averigüé, el llegaba antes y partía antes, para que no los vieran juntos, así que era muy sencillo. Ese día fui hasta afuera del hotel y esperé a que el se fuese. Luego entré, averigüé la habitación y golpee a su puerta.

Alejandra, mi hermana ya se había vestido y se preparaba para irse cuando llegué. Al abrir la puerta y verme quedó boquiabierta, sus ojos azules se volvieron enormes mientras palideciendo preguntó "que haces tu aquí". "No es lo que pensas, no soy una puta" y siguió hablando y dando excusas mientras yo nada decía, hasta que finalmente me salio la voz y pregunté "¿puedo pasar?". "Si por supuesto, pero quiero aclararte que..." Y le plante un beso. "No no hagas eso, no es lo que crees" dijo ruborizada.

Me quedé contemplándola. Estaba divina, su cara hermosa como una muñeca, a su cuerpo sinuoso nada había que quitarle o agregarle para mejorarla. Sus senos resaltaban bajo la sudadera que llevaba puesta y su pantalón blanco vestía el contorno de sus caderas en forma de ánfora.

Me había quedado sin palabras. Era tanto lo que yo debía explicar que no podía, solo pude volver a besarla. Ella me separaba y trataba de explicar cosas, pero yo solo respondía besándola nuevamente, con ternura, con gozo y pronto empezó a ceder.

Noté que ahora ella comenzaba a responder, como la primera vez. Me metió la lengua en mi boca, señal de que ella también deseaba que pasase y que la historia se iba a repetir, pero con una diferencia. Esta vez podíamos hacer durar el momento.

Luego del beso de lengua se separó y me dijo "sabes que esto esta mal" "pero no puedo evitarlo le contesté" mientras le quitaba la sudadera quedando a mi vista sus lindas tetas blancas, gordas como melones. Lentamente ella comenzó a desprenderme la camisa mientras refregaba su pubis contra mi pantalón.

"Para evitar esto me conseguí un novio y traté de hacer al amor por lo menos todas las semanas" dijo Alejandra, mientras yo empecé a chuparle las tetas y un "aaahh" se le escapó por su boca.

¡Qué calientes que estábamos los dos! Cuanto habíamos ansiado esto que estaba sucediendo. Durante un rato pasé alternando los besos en la boca con las chupadas y lambidas en las tetas. ! Que sabrosas eran ambas cosas! No sabía cual me satisfacía más. ¡Y como me excitaba escuchar sus gemidos, dulces, suaves, placenteros.

Seguían los pantalones. Yo le fui desprendiendo el de ella, la tire en la cama y se lo saqué. Mi pija había crecido enorme y se había puesto muy dura. Ella gateo hasta el borde de la cama y comenzó a soltar el cierre de mi pantalón, abrió mi slip y sacó de adentro mi pepino.

! Que ofrenda me hizo cuando lo empezó a chupar ¡. No era que yo me excitara por hacerlo sino que la muy puta sabía como hacerlo. Lo apretaba con su lengua contra su paladar, movía su lengua lentamente y chupaba. Lo sentía aprisionado por algo dulce como no existe ni en los mejores sueños y me succionaban como cuando ordeñan a una vaca.

Le pedí que terminara de sacarme los pantalones. Soltó mi pene, me agarro de la mano y jaló tirandome dentro de la cama. Luego ágil como una gata saltó hacia mis pies y con una sonrisa de satisfacción tiró de mis pantalones hasta que salieron. Luego volvió sobre el slip y también lo sacó para volver a chuparse mi pija. Ella estaba encima mío y yo la fui girando hasta tener sus bien torneadas piernas en mi cara. Era hora de sacarle su bombachita.

Tuve que esforzarme para no licuarme cuando a la vez que ella me chupaba la pija, yo la agarraba de la cintura quitándole la bombacha. Tuve que concentrarme más en como era la bombacha que en lo que descubría al hacerlo.

Encima de mi boca quedó su pubis. La agarre de la cintura, la traje hacia mi yo también comencé a chuparla. Cada vez que yo metía mi lengua ella exclamaba de gozo y me aflojaba un poco, de modo que esto me sirvió para hacer durar el 69. Ambos nos chupamos, nos embebimos de nosotros mismos con avidez y cuando sentí que habíamos saciado un poco nuestra hambre le pregunté si podía eyacular dentro de su boca contestando "mmmii.." y entonces me solté, me la chupetee con todas las ganas que tenía y ella hizo la mismo, hasta que sentí sus jugos brotando de su vagina a la vez que mi semen salía como un chorro de mi manguera bañando su boca.

Nos quedamos un rato así abrazados y pudimos charlar algo. Yo le dije que trataba de apartarme de ella porque no estaba bien, pero que me era imposible y que quería hacerlo una última vez más. Ella me dijo que sentía lo mismo y que sabia que si volvía a probar el cáliz divino del sexo conmigo no iba a poder parar nunca más.

Ambos nos angustiamos con la situación, así que para consolarnos la bese una vez más. La angustia cedió paso al deseo, a la excitación. Me subí encima de ella y le introduje mi pija en su pubis una vez más y comenzamos a cojer nuevamente.

Estábamos excitados, era la forma como nos aliviábamos. Nos alternamos con gran avidez en quien estaba arriba y quien abajo. Hicimos varias poses y luego de de un tiempo que no pudimos medir, volví a eyacular, esta vez dentro de su tacita de plata.

Teníamos un gran problema. No era solo lujuria, también había amor y del bueno. El drama es que nadie lo iba a comprender.

Esta vez acordamos que íbamos a seguir siendo amantes pero ocultos porque nadie nos iba a apoyar.

Así que tuvimos que seguir, una vez a la semana, encontrándonos furtivamente en hoteles, escondiendo nuestro secreto a nuestros seres más queridos.

Borrachera bien aprovechada

Cuando uno ahoga sus penas en el alcohol, pasa lo que pasa…

Cuando llegó a casa esa tarde de viernes, dispuesto a arreglarse para irse de marcha con sus amigos, Mario se enteró que su hermana Fabiana (Fabi) estaba triste, y decidió ayudarla, ya que para eso son hermanos. Él tiene 19 y ella 17 años. Desde pequeños se han llevado muy bien, y ahora que han ido creciendo juntos, las distancias por la pubertad de cada uno, han hecho que se separaran un poco, ya que no coincidían en gustos musicales, amigos, fiestas… Pero aún así, siempre que tenían un problema fuera de casa, se buscaban el uno al otro para darse apoyo y ayuda. Pero Mario comenzó a ver a su hermana de una forma distinta, ya que su adolescencia le hacía pensar cosas que no se le ocurriría hacer nunca. Fabi había crecido, y tenía un cuerpo espectacular, ya que con un poco de ejercicio que hacía en el instituto, y las ganas que tenía siempre de hacer cosas, hacían que estuviera estupenda ("quizá tenga poco pecho" pensaba su hermano), pero al momento volvía a la realidad, y se decía que aquello no podía ser.

Pero cuando la vio tan sola y tan triste en casa, un viernes, en que sus padres se habían marchado a una reunión del grupo de bailes de salón al que pertenecían, pensó que algo malo la estaba pasando. Fabi no quería hablar, estaba tirada en el sofá pasando canales, le preguntó que la pasaba, y ella contestaba que le dejara en paz, pero tras la insistencia de Mario, contestó casi saltándosela las lágrimas que su novio la había dejado por una "mejor". "¿Mejor que tú?, yo creo que ese imbécil no sabe lo que tiene por novia, una chica, guapa, alta, sexy…", y al momento, el pensamiento de Mario comenzó a volar. Rápidamente, su cerebro (mejor dicho su otra cabeza) empezó a delinear un plan para poder saciar su cuerpo con el de su hermana.

"Mira Fabi, lo mejor es que no pienses en ello", pero ella no le escudaba. Entonces, Mario cambió el plan, y se fue del salón a la cocina, y volvió con una botella de ginebra y dos vasos, se sentó al lado de ella y comenzó a llenar los vasos, y cuando terminó, alargó uno a su hermana y otro se lo quedó él. Fabi, sin mirarle, cogió el vaso y comenzó a beber, rápido, y antes de que su hermano terminara el vaso, ella se lo puso delante de la cara para que se lo llenara, sin quitar la vista de la TV. Mario se lo volvió a llenar, y él pensó en beber muy poco a poco, para que no le hiciera efecto la ginebra; cuando tuvo otra vez el vaso listo, se lo acercó a su hermana, y volvió a repetir la misma operación, así, hasta el cuarto vaso, en que la botella se estaba acabando. Fabi, con lágrimas en los ojos, y una borrachera que comenzaba a crecer, cogió directamente la botella y bebió a morro lo que quedaba de ella (su hermano sólo bebió un vaso, y se estaba relamiendo de lo que iba a hacer).

El alcohol que llevaba Fabi, y la calentura de Mario, hizo que éste pasara un brazo por el hombro de su hermana, y ella no dijo nada; luego colgó su mano que cayó justo en su teta, y ella seguía sin decir nada. Comenzó a sobarla, y Mario se sorprendía de que su hermana no dijera nada, pero la tristeza de Fabi, la ginebra y su mente en blanco, no la hacían efecto sobre lo que le hacía su hermano. Mario, sorprendido y excitado por la poca obstrucción que ponía su hermana, siguió más allá, y puso su otra mano en el pantaloncito de pijama de Fabi, y ella siguió sin protestar. Mario dejó su mano ahí un rato, sintiendo el calor que desprendía ese coño que debía estar jugoso. Comenzó a pasar su mano por él, despacio, disfrutando del momento y con cautela por si su hermana le reprendía, pero Fabi seguía absorta en la tele, con las manos de su hermano en su cuerpo, acariciándola lentamente, para que ella despertara su líbido y se lanzara hacia él.

Mario no aguantaba más la indiferencia de su hermana, y metió la mano bajo sus pantalones de pijama y sus bragas. Tocó el clítoris de su hermana, y esta reaccionó, con un gemido y una cerrada de ojos, que dejó claro a su hermano que estaba excitándose con los tocamientos de él. Mario comenzó a pensar con su polla y bajó las bragas de Fabi, y ella se dejó hacer, pero ya no miraba la tele, ahora miraba lo que estaba haciendo su hermano. Él comenzó a acariciarle el coño, le pasaba el dedo por el clítoris y lo bajaba hasta su entrada y mojando su dedo con el líquido que empezaba a desprender su coño. Fabi se dejaba hacer, gemía bajito y cerraba los ojos ante las caricias de su hermano en su coño. Cuando Mario pensó que su hermana ya no se echaría atrás, bajó su cabeza hasta la entrepierna de ella, y pasó su lengua por la raja de Fabi, que respondió como un resorte con un claro jadeo de placer.

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Mario siguió comiéndole el coño, pasando su lengua por toda su entrada, cogiendo entre los labios su clítoris cada vez más abultado, y tras un rato de comida de coño, Fabi reaccionó, poniendo sus manos sobre la cabeza de su hermano, y marcándole el ritmo. Mario al momento, pensó que eso mismo haría él cuando le tocara a él disfrutar de los labios de su hermana (si es que su hermana se lo hacía). Fabi le quitó de repente la cabeza de su entrepierna, y le miró a los ojos llena de placer, jadeante y con mirada brillante. Mario se temía lo peor, que parase porque lo que estaban haciendo no estaba bien, y todo el rollo moral que llevaba. Pero su sorpresa llegó cuando su hermana le incorporó y comenzó a desabrochar su cinturón. Mario se alegró internamente, porque deseaba a su hermana, y se desvistió rápidamente, ayudando a Fabi a hacer lo mismo.

Fabi cogió su mano y le indicó que se tumbara a su lado. Sintió el calor que desprendía el cuerpo de su hermana, y eso hizo que su polla se pusiera aún más grande de lo que estaba. Mario hizo ademán de darle un beso en los labios, y su hermana se lo aceptó, y se fundieron e un beso acompañado de caricias por sus cuerpos, que terminó de calentarlos a los dos.

La hermana se incorporó un poco, y Mario dejó que se levantara. Él se puso de rodillas en el sofá y ella al momento reaccionó y se sentó al lado suyo, con cara de saber lo que quería su hermano. Acercó su boca hasta la herramienta que tenía delante, y pasó primero la lengua por su glande, despacio, sin mirar a su amante. Luego la recorrió con la lengua en toda su longitud, para pasar por fin a engullirla. Fabi se comía con ganas la polla de su hermano, que disfrutaba y no quitaba ojo de lo bien que la chupaba su hermana, y de cómo se la tragaba entera de vez en cuando, y eso le daba mucho placer. Hizo lo mismo que había hecho su hermana antes con él: le cogió la cabeza y comenzó a guiar la mamada a un ritmo lento, para disfrutar al máximo del placer que le proporcionaba la boca de su hermana.

Mario paró la mamada que le estaba haciendo Fabi, y se tumbó en el sofá. Al momento, Fabi comprendió lo que quería su hermano. Se tumbó encima de él, y comenzó un sesenta y nueve entre ambos, dándose placer y recibiendo. Mario se llenó del líquido que derramaba su hermana, y él se lo tragaba todo. Hasta que Fabi explotó en un orgasmo, temblando del placer que le daba su hermano, y ahogados los gritos por la polla que tenía en la boca.Mario siguió comiéndose el coño de su hermana, tragándose la corrida que había tenido, y sintiendo en su polla las mamadas y lametones de su hermana, que había escondido sus gritos con su polla. Fabi, se incorporó un poco, y Mario aprovechó para acercar su polla al manjar que tanto quería, que era el coño de su hermana. Lo puso cerca de su ingle, y Fabi, como hipnotizada por tanto alcohol y excitación, terminó el acercamiento, hasta acoplar la punta de la polla de su hermano en su entrada.

Mario se estuvo quieto, y vio como su hermana comenzaba a bajar despacio por su polla, intentando acoplarse y adaptar su coño a la gran tranca que tenía su hermano ("es más grande que la que tenía mi novio", pensaba para sus adentros). Fue bajando poco a poco, hasta que se la hundió entera. Entonces, Mario comenzó un mete saca lento, pausado, disfrutando del estrecho coño de su hermana ("que gozada" pensaba Mario).

Siguió follando a su hermana en esa postura por un rato, pero en un momento, le dijo que se cambiara. Ella sacó su polla de dentro del coño, y al momento, Mario se sentó en el sofá, cogió a Fabi de su mano y la volvió a sentar, esta vez de frente a él, para disfrutar totalmente del cuerpo de su hermana. La sentó y se la enterró lentamente, hasta que sus huevos hicieron tope en el culo de Fabi. Comenzaron el mete-saca, y Mario no pudo evitar comerse las tetas de su hermana, que con el bamboleo del movimiento comenzó a disfrutar más aún del polvo que estaba echando, fruto de la furia y el alcohol. Ella saltaba encima de la polla de su hermano, gritando y jadeando como una loca, y él, le chupaba, mordía y tocaba las tetas, y sobaba el clítoris a su hermana, aumentando a ritmo el fragor del polvo que estaban echando.

Fabi se paró y se levantó de la polla de su hermano, y se puso a cuatro patas en el sofá, y con la mirada de fiera cristalina en sus ojos, mandó con un movimiento de mano a su hermano para que la diera en esa posición. Mario, al momento ocupó el lugar que le había dicho su hermana, y esta vez, ya muy excitado, se la enterró de un solo golpe, que hizo gritar de placer y dolor a Fabi, que apenas podía aguantar las embestidas que le daba su hermano, que a su vez, cogió sus tetas y como si fueran las riendas de la follada, marcó el ritmo con sus movimientos de tetas hacia atrás, hasta que los huevos de él quedaban pegados al vello púbico de ella. Mario ya no controlaba el placer ni la follada que le estaba dando a su hermana, y cada embestida era un placer que hacía que se ahogara él mismo en sus jadeos, mayores que los de su hermana. La taladraba rápido cada vez, estaba ido de placer. Hasta que sintió un latigazo en sus huevos, y sacando la polla del coño de su hermana, soltó tres chorros de semen (y unas cuantas gotas después) en la espalda de Fabi, que restregó con una de sus manos, mientras con la otra masturbaba a su amante esporádica, hasta que conseguía volverla a hacer que se corriera, con un placer único para ambos.

Lo que sucedió ese día, no se volvió a repetir, pero como siempre, la confianza que ambos se tenían, aumentó más cada día.

Viaje al sur con mi Hermana

Llevaba unos seis meses después mi separación, cuando llega una invitación a mi casa, de una sobrina que se casaba dentro de un par de semanas. Hacia tiempo que no tenía contactos con mis familiares del Sur, y a esa sobrina le tenía mucho cariño, por lo que confirme mi asistencia.

Una semana antes de viajar, me contacte con mi hermana y su marido. Era absurdo que viajáramos tan lejos, en dos autos, siendo solo tres personas, aparte que mi auto estaba con problemas mecánicos y no estaba en condiciones de hacer un viaje tan largo. Quedamos de acuerdo que viajaríamos los tres en el Jeep de mi cuñado, que era mas grande y mas moderno.

Un día antes de viajar, mi cuñado sale con que tenía que terminar un proyecto muy importante y que le sería imposible viajar, pero que de todas formas nos prestaría su vehículo, para que fuéramos los dos.

Mi hermana no se hizo problema, ya que como yo viajaba solo, ambos seriamos pareja en la fiesta.

El viaje fue muy agradable, aunque muy largo, casi un día completo. Al llegar nos esperaban con un almuerzo en casa de mi otra hermana. . Yo soy el único hombre, con 41 años. La que viajaba conmigo, Andrea, la mayor, tiene 42 y luego clara, Denisse con 35 y Joselín con 33.

De todas formas, no nos dieron mucho boleto, ya que estaban todos preocupados de arreglarse para ir al matrimonio. Nos quedaríamos en la casa de la tía Clara, junto con otro matrimonio de primos. Pero la casa de la tía Clara tampoco era muy grande, y le dejaron una pieza a mi primo con su señora, y la otra con solo una cama individual para mí. Mi hermana, dormiría con mi tía Clara, en su cama. A mi hermana del principio no le gustó la idea, pero no le quedó otra opción.

Nos arreglamos, partimos a la Iglesia, y luego a la fiesta. Nuestra familia siempre fue muy numerosa y algunos ni nos conocíamos. Nos juntamos con otros primos de nuestras mismas edades, en la misma mesa y lo pasamos muy bien. Mi hermana, se veía fabulosa. Usaba un vestido de noche negro, ajustado, con un escote muy pronunciado haciéndole ver fabulosas su hermoso par de tetas. De todas mis hermanas, Andrea siempre fue la que tuvo el mejor busto, y de cola, tampoco estaba mal. Le hice el comentario que se veía muy buena y que si no fuera mi hermana… ahí, pobre de ella.

Por nuestras edades, siempre fuimos muy unidos y era común que en nuestras fiestas de jóvenes bailáramos juntos. Aparte que mi madre nos metió a una academia de baile y realmente nos complementábamos muy bien.

Hacía mucho tiempo que yo no bailaba y ella tampoco, ya que su marido, es pésimo bailarín. Tocaron una salsa, en la cual siempre me he destacado, e invite a mi hermana a bailar. Nos comenzamos a mover en la pista, complementándonos tan bien como cuando éramos jóvenes. Ella pasaba a través de mis brazos con una soltura, moviendo sus anchas caderas, al ritmo de la música. Sus grandes pechos se movían con sus movimientos y yo haciendo broma con mis primos casi le pegaba la cara en ellos. Mi hermana solo se reía, y me empujaba hacia atrás. En uno de los pasos, en que ella me daba su espalda, moviendo su culo sobre mi pantalón en una forma muy sexy, como estábamos bromeando con mis primos y sus señoras, yo ponía cara de degenerado, la tomaba de su vientre unos segundos y luego sin ningún descaro, le subía las manos hasta sus tetas. Ella se las sacaba inmediatamente entre las risas de todos nosotros. O de repente teniéndola tomada de la cintura, le bajaba las manos hasta sus nalgas.

Bailamos casi toda la noche, pero entre las bromas, los toqueteos y el alcohol, la verdad mi hermana me tenía bastante caliente. Solo parábamos unos minutos para tomarnos algo y continuábamos bailando.

El alcohol hizo algo de efecto en mi hermana, a la que al final de la fiesta, se le estaban enredando un poco las palabras y se reía de cualquier cosa, pero solo un poco, nunca borracha, pero si algo contenta.

Como ya era muy tarde y mis primos ya se estaban marchando, la tomé del brazo y salimos con ellos hasta donde estaba nuestro auto, despidiéndonos. Nos preguntaron cuando viajábamos, les dijimos que mañana y quedamos de acuerdo que ellos cuando viajaran a nuestra ciudad, nos pasaría a visitar.

Nos subimos en el Jeep de mi cuñado y nos fuimos a la casa de la tía Clara, la que habían ido a dejar hace mucho rato. Por suerte nos había pasado otro juego de llaves, para entrar.

En el Jeep comentábamos lo bien que lo habíamos pasado y que se alegraba que hubiésemos viajado los dos solos, ya que mi cuñado, era muy aburrido en las fiestas, no la dejaba tomar y menos bailar de esa forma. Lo único que le molestaba era que tenía que llegar a dormir con la tía Clara. Me preguntó si la aceptaba en mi cama y yo le dije que si, pero que yo no respondía de lo que le podía pasar. Ella lo tomo como broma, pero yo, entre broma pensaba en lo incomodo que dormiría, y no precisamente por lo chico de la cama, si no por estar tan caliente y con la tentación al lado. Pero obviamente sabía que nada pasaría.

Llegamos a la casa y me costo un mundo abrir la puerta de calle. A mi hermana le dio un ataque de risa, y mientras más la hacía callar, mas se reía ella. A las finales me contagió su risa y me dolía la guata tratando de no reírme para no despertar a mi tía clara y a mis otros primos que se habían venido antes.

Entramos a la pieza, yo me empecé a desvestir, mientras ella volvió a salir, a buscar su camisa de dormir a su maleta, que estaba en la pieza de la tía. Menos mal, por que sacarme los pantalones con tremenda carpa que estaba levantando, hubiera sido muy incomodo a pesar de la confianza que teníamos. A los minutos entra, y dice que no encontró la maleta y le daba lata prender la luz para no despertar a la tía, a si que, como hacía calor, dormiría con ropa interior nada mas.

Se sentó en la cama y se sacó los zapatos y las medias. Luego se levantó y dándome la espalda comenzó a bajar el cierre de su vestido. Mis ojos no daban crédito a lo que estaban a punto de ver. Hacía muchos años que no veía a mi hermana con ropa interior.

Lo primero que apareció fue el sostén negro que estaba usando, sin tirantes en la parte superior, ya que su vestido era con los hombros expuestos. Lo dejó a si, dejando ver el inicio de sus calzones del mismo color, mientras se sacaba los aros y su collar, dejándolos en el velador. Luego se da vuelta de frente y doblándose un poco, deja caer su vestido al suelo. La imagen de mi hermana en ropa interior negra era espectacular, Sus tetas grandes y redondas, bajo esa tela gruesa de sus sostén con encajes, y su calzón negro, tipo tanga, que no era chico, pero también con encajes, haciendo notar los dos pliegues que indicaban perfectamente la raya de su sexo.

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Ella cuando joven se destaco por tener un físico de modelo, ahora con 42 años, y dos hijos, obviamente había cambiado un poco, sus tetas crecieron mas aun y su piel a lo mejor no tenía la misma dureza de los 17 años, y un leve, pero casi insignificante rollo, se marcaba donde le apretaba el calzón, pero realmente era un pedazo de mujer, alta, con sus cabellos largos y castaños, sus buenas tetas grandes y redondas, sus anchas caderas y dos gruesas piernas. No creo que ningún hombre no se hubiese excitado al verla así, y yo, no era la excepción.

Tomo su vestido y cuidadosamente lo dejó sobre una silla, para luego caminar dándome la espalda hasta apagar la luz. Sentí como se acostaba a mi lado, como su pierna desnuda rozaba la mía, como nuestros culos se topaban. Mi erección era increíble y no hallaba la forma de acomodarme Ella también se movía buscando su mejor posición para dormir, pero con cada uno de esos movimientos, me tocaba y aumentaba mi excitación..

Por último se acostó de lado, dándome la espalda. Yo también me coloque de lado, mirándola por detrás. Al ser tan chica la cama, era inevitable que la tocara, a si que quedé poyado contra ella. Sentía su perfume y sus cabellos en mi cara. Nuestras piernas tocándose y lo mejor de todo, ese tremendo culo, apoyado contra mi bajo vientre. Como acomodándome un poco más, le puse mi mano sobre su pierna, sin moverla. Pero eso solo duró un minuto, ya que no resistí y comencé a acariciársela.

Hasta ese momento todo era natural, aunque seguramente sentía mi erección bajo su espalda. La suavidad de esa pierna me tenía enfermo de caliente y me esforzaba en que mi verga no se moviera, pero era imposible, inevitablemente se movía. Preferí darme vuelta, mirando hacia la pared, para evitar seguir sufriendo al no poder hacer nada.

Lo hice, y luego de un minuto, mi hermana se da vuelta y me abraza por detrás, poniendo su mano en mi vientre.

Sentí sus tremendas tetas en mi espalda y su mano, jugando con mis vellos que me salían desde el ombligo hasta mi verga. El movimiento de esos dedos me estaba haciendo perder la razón. Era mi hermana, pero la situación era mucho para mí. Que anas tenía de darme vuelta , tomarla por el culo, chuparle sus divinas tetas y manosearla entera, pero solo una pizca de moral me impedía hacerlo.

Sus dedos seguían enredándose en mis vellos, acariciándome el vientre, haciéndome sufrir. Pero algo pasaba. Sus dedos juguetones, me parecían que bajaban lentamente, muy lentamente. Pensé que solo eran ideas mías, pero no, era efectivo que estaban bajando y si continuaban así, en poco se encontraría con la cabeza de mi verga que se asomaba dura por sobre mi bóxer.

Eso pasó. Sus dedos lentamente avanzando llegaron a rozarme la punta de mi pene y en una rápida reacción, volvieron a subir, como pidiendo disculpas por lo acontecido, descansando su mano sobre mi vientre.

Yo me obligaba a pensar que había sido solo una casualidad, pero al cabo de unos minutos nuevamente sus dedos comienzan a jugar con mis vellos. Me tenía muy nervioso y con toda mi atención puesta en sus dedos, que nuevamente jugando con mis vellos, comenzaban a bajar. Pero ella hora sabía muy bien con lo que se encontraría si seguía bajando y solo a centímetros de el, sus dedos detuvieron el avance. Sus largas uñas fueron las que me comenzaron a rascar mi bajo vientre haciéndome delirar de pasión.

Ambos sabíamos que se estaba generando, peligrosamente bajo esas sábanas, pero no decíamos nada .

Muy lentamente sus dedos fueron bajando e inevitablemente se volvieron a encontrar con la punta de mi verga que estaba apunto de explotar, pero esta vez no retrocedió, solo los dejo ahí , sin moverlos, solo levemente rozándola.

Fantaseando con lo que podría pasar, hice que mi verga se moviera, y ella como una invitación, ya descaradamente bajo toda su mano poniéndola abierta sobre toda mi verga, para luego cerrarla y tomarla completamente, acariciándomela fuertemente.

Ya no lo podíamos ocultar, ambos estábamos calientes y solo atiné a llevar mi mano atrás, y agarrarle las nalgas fuertemente, apretándoselas, manoseándolas fuertemente, haciendo que ella se apegara más a mí. Nuestras respiraciones agitadas, sintiendo como su pelvis chocaba contra mi culo, mientras su mano ya bajaba hasta mis huevos, apretándolos, tocando todo mi sexo con su mano abierta.

No aguanté más, me di vuelta, y ambos de costado, nos abrazamos desesperadamente y nos fundimos en un apasionado y húmedo beso, juntando nuestras lenguas y con nuestras manos agarrándonos del culo mutuamente, frotando nuestros sexos.

El culo de mi hermana era exquisito, grande y carnoso, no dejé de tocarlo ni un minuto, metiendo mis manos por debajo de su calzón, metiéndolas entre sus ricas nalgas, algo mojadas de arriba abajo. Ella no dejaba de besarme y frotaba como loca su sexo contra mi verga. Prácticamente ya estábamos follando con nuestras prendas aun puestas.

Desesperados nos bajamos nuestras prendas bajo las sabanas, quedando nuestros sexos al descubierto, sin dejar de besarnos a costados de lado con nuestras manos en el culo del otro, nuestros sexos se juntaron por primera vez al descubierto.

Con mi mano busqué entre sus piernas, encontrando una mojada concha, abriendo sus gruesos labios, alcancé a tocar la humedad de su vagina y sin piedad, se la metí hasta el fondo. Ella solo lanzó un gran suspiro y me apretó más aun.

No pensaba en nada, ni en incesto, religión, ética o moral, solo era una hermosa y voluptuosa mujer desnuda a mi lado, ardiendo en deseos igual que yo.

Nuestros movimientos eran muy rápidos, apretándonos fuertemente, haciendo que mi verga se perdiera en lo mas intimo de mi hermana, besándonos como una pareja de adolescentes, ardiendo en deseos, metiendo las manos entre las nalgas del otro.

La volteé y me subí sobre ella, sin dejar de besarla. Ni siquiera fui capaz o tuve tiempo de sacarle el brasier para comerme sus tremendas tetas que me tuvieron loco toda la noche, solo quería penetrarla una y otra vez , saciarme con sus nalgas lo más que pudiera. Ella con las piernas abiertas, se movía fuertemente haciéndome que la penetrara más fuerte aun.

Su orgasmo no demoró nada en llegar, soltándome los labios, y apretándome fuertemente, enterrandome sus uñas en la espalda, comenzó a gemir en silencio, en mi oído, para no ser escuchados, al mismo tiempo en que yo, apretándole muy fuerte sus nalgas, y dejándole la verga metida hasta el fondo, me descargaba con todo mi semen en su interior.

Quedé sobre ella, aun con mis manos en su culo, descargando las últimas gotas que salían ya sin fuerza de mi verga, mientras ella, con suaves movimientos me exprimía la verga.

La penetración solo duro unos minutos, sin palabras, sin poses, ni nada, solo la necesidad de sentir el sexo del otro, saciarse y botar la lujuria acumulada. Ocultos en la oscuridad, dos hermanos unidos por sus sexos, no sabíamos que había pasado ni que decir.

Ella , sin decir palabra, se salió debajo mío y me dio la espalda, me puse detrás de ella, y la tomé de la cintura, pero ella bruscamente me corrió la mano y me dijo que la dejara.

Mil pensamientos pasaban por mi mente, aunque muy satisfecho me invadió un pensamiento de culpa, seguramente ella también lo tenía. Preferí darme vuelta y no decir nada. Esa cama que en un principio era tan chica, ahora generaba un tremendo espacio entre ella y yo, ni siquiera nos rozábamos.

Aun estando muy cansado, no podía conciliar el sueño. Por la ventana se veía como estaba lentamente amaneciendo. Ella seguramente tampoco dormía, pero no me atreví a decirle nada y sin darme cuneta, me dormí.

Al despertar me encontré solo en la cama. Escuchaba afuera a mi hermana hablar con mi tía. Cuando salí de la habitación, por mucho que trató de disimularlo, la notaba muy nerviosa, incluso algo molesta conmigo. Me dijo que me duchara, y que me apurara, para que saliéramos temprano, pese a todas las suplicas de la tía, en una hora, ya estábamos subiéndonos al jeep de mi cuñado, para partir a nuestra ciudad.

Juegos nocturnos

Cuando ocurrió lo que voy a relatar a continuación yo era un chico muy tímido y, a pesar de tener ya casi 20 años, todavía era virgen. Hasta entonces me había pasado toda la vida centrado en los estudios influenciado sobretodo por mi padre, que siempre me decía que para llegar a ser un hombre de provecho debía concentrarme en mi educación y dejar al margen el resto de cosas que él no consideraba importantes.

Debido a esto, apenas salía de casa ya que siempre estaba concentrado en estudiar. Tampoco tenía muchos amigos, solo aquellos que tenían el mismo interés por los estudios que yo. Y nunca había salido de marcha a bares o discotecas ni fumado ni bebido alcohol.

Todo esto hacía que a mi edad todavía no hubiese intimado con ninguna chica. Y no era por falta de ganas, que si tenía. Se debía a mi gran timidez y a que apenas me relacionaba con otra gente de mi edad.

Por aquella época yo ya había empezado mis estudios universitarios y vivía en casa de mis padres junto a mi hermana mayor. Mi padre apenas estaba en casa ya que siempre estaba viajando por asuntos de negocios, ya que era el jefe de una importante compañía. Era un hombre muy serio que nunca había dado señales de comportamientos extraños y apenas mostraba afecto o interés por otra cosa que no fuera su trabajo.

Esto nos dejaba a mi madre, mi hermana mayor y a mí viviendo juntos casi todo el tiempo. Ellas se metían conmigo continuamente. No entendían que pasase todo el tiempo estudiando en vez de hacer las cosas de un chico de mi edad como salir de fiesta y andar con chicas. A menudo comentaban con sorna que yo debía ser gay, ya que nunca había mostrado interés por las chicas.

Pero la verdad es que si lo tenía, lo que pasaba es que era demasiado tímido para mostrarlo. Y la verdad es que vivir bajo los comentarios negativos de mi madre y hermana tampoco ayudaba. Su influencia sobre mí me cortaba a la hora de mostrarme tal como era y me había impedido acercarme a una chica.

Sin duda mi madre me atacaba en venganza hacía mi padre. Ella no aceptaba sus largas ausencias y que no la pudiese satisfacer sexualmente y proyectaba esa rabia sobre mí, ya que me veía como el fiel relato de mi padre. En su juventud mi madre había sido una mujer muy guapa, modelo de lencería, y se casó muy joven con mi padre seguramente debido a que por entonces mi padre ya era un hombre bastante adinerado.

A pesar de que ya tenía 45 años, ella conservaba aún buena parte de la belleza que la había llevado a ser modelo años antes. Era alta, con pelo moreno muy largo. Había engordado un poco con los años, pero aún conservaba una excelente figura para una mujer de su edad. Tenía unas preciosas curvas, con unos pechos grandes y bien formados y un culo ancho y respingón.

Si yo era el fiel retrato de mi padre, mi hermana mayor lo era de mi madre. Aspiraba también a llegar a ser modelo y se parecía mucho a mi madre de joven. Alta también, con pelo moreno, pechos grandes y perfectos y un culito grande y redondito. Siempre andaba con chicos y cambiaba de novio cada 3 meses.

La verdad es que no debía buscar mucho para encontrar a dos bellas mujeres, las tenía en mi propia casa. Yo admiraba su belleza a pesar de los insultos y los desprecios hacía mí. De hecho creo que esto hacía que me sintiese aún más atraído hacia ellas. Su influencia sobre mí era tan grande que se podía decir que me empezó a obsesionar la idea de poseerlas físicamente.

Yo ya hacía tiempo que había encontrado el antiguo ‘book’ de fotos de mi madre. Cada vez que me quedaba solo en casa lo cogía y me masturbaba admirando a mi mamá vestida con aquellos eróticos conjuntos de lencería. Había ropa interior de todo tipo y mi madre de joven era preciosa, con un cuerpo perfecto y una piel muy tersa.

También había encontrado la manera de poder espiar a mi hermana cuando se estaba cambiando. Me encantaba observarla desnuda y ver su tierno culito y sus preciosas tetas. Y al acabar me pajeaba en mi habitación recordando lo que había visto.

Pasé muchos años haciendo esto siempre que podía, pero había llegado a un punto que mi cuerpo me pedía más. Esto se sumaba a la rabia que me provocaba que ellas pensaran que yo era maricón porqué nunca había hecho el amor con una chica.

Una noche que mi padre no se encontraba en casa debido a uno de sus viajes, decidí que ya no podía aguantar más. Mi madre y mi hermana ya estaban durmiendo pero yo sentía la necesidad de tocar sus bellos cuerpos y hacerlos míos, así que me armé de valor y me dirigí a la habitación de mi hermana.

Ella dormía de lado tapada con la sábana. Me acerqué y le toqué el hombro para asegurarme de que dormía profundamente. No reaccionó así que la destapé para poder contemplar su cuerpo. Sólo llevaba puestos una camiseta de tirantes blanca y un tanguita negro muy pequeño. La simple visión de aquél hermoso culo me la puso dura en un instante. Empecé a acariciarle por la cintura y fui bajando mi mano hasta llegar a su culito.

Acariciaba sus nalgas suavemente y ella parecía no darse cuenta, por lo que me fui animando y empecé a sobarle el culo con más fuerza. Luego pasé mi mano por la rajita de su culo hasta llegar a su conejito. Lo acariciaba y notaba el calor que desprendía a través del tanga.

Con la otra mano me bajé los calzoncillos como pude y empecé a menearme la polla lentamente. Mi hermana se movió y se quedó boca arriba, al principio me asusté pensando que se había despertado. Me aseguré de que seguía durmiendo y seguí con los toqueteos. La camiseta blanca se transparentaba y se podían apreciar sus grandes y rosaditos pezones. Seguí acariciándola por la barriga y luego fui subiendo hasta pasar mi mano por debajo de su camiseta y llegar a sus tetas.

Empecé a sobarlas y podía notar como sus pezones se iban endureciendo. Tenía unas tetas fantásticas, más grandes de lo que parecían y blanditas. Luego volví a bajar mi mano hasta posarme otra vez en su coño. Lo acariciaba con mis dedos por encima del tanga y notaba el contorno de sus labios y la hendidura de su rajita, que se iba humedeciendo.

Tenía el rabo empinadísimo, casi estaba a punto de correrme pero me aguantaba porqué tenia miedo que mi hermana se pudiese despertar. Ella se volvió a mover otra vez en su sueño y se puso boca abajo, dejando su culo en total disposición. Yo estaba totalmente cachondo y empecé a dejarme llevar por el momento. Me quité los calzoncillos y me puse de rodillas en la cama, justo detrás del culo de mi hermana.

Me armé de valor y como ella parecía no darse cuenta de que yo estaba ahí empecé a lamerle las nalgas. Me encantaba el sabor de su piel y el tacto suave que tenían. Con la mano seguía acariciando su coñito que ya empezaba a estar bastante mojado. Sobaba sus nalgas con energía y las separaba con las manos, podía ver su ojete apenas tapado por la tira del tanga y aquella visión me volvía loco.

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Ella seguía sin percatarse de nada y seguía durmiendo tranquilamente, pero yo estaba muy caliente. Tener ese precioso culo a mi total disposición me hacía desear poseerlo allí mismo. Tenía la polla muy dura y a punto de descargar. Empecé a deslizarla por entre las nalgas de mi hermana y por debajo de su tanga. El líquido lubricante que brotaba de mi polla ayudaba a que se deslizara mejor por el culo de mi hermana y lo hacía sumamente agradable. Yo agarraba con fuerza su culito y daba rápidas culadas, deseando correrme de una vez.

Seguí moviéndome cada vez más rápido, disfrutando como un loco hasta que por fin me corrí. Descargué un gran chorro de leche que cayó en la espalda de mi hermana, manchando su camisetita blanca. Me dio tanto gusto esa corrida que no pude evitar soltar unos gemidos de placer, sin darme casi cuenta que podía despertar a mi hermana. Pero aunque había intentado ir con bastante cuidado, mis bruscos movimientos y mis ruidos acabaron por despertarla. Empezó a moverse y se levantó dándose la vuelta hacia mí. En ese momento se me heló la sangre.

"¿Pero que pasa...?" dijo ella medio dormida.

Se apartó el pelo de la cara e intentando abrir los ojos pudo verme ahí mismo de rodillas desnudo en la cama, con la polla aún dura goteando semen.

"¿Pero que coño has hecho hermanito?" me preguntó extrañada. Yo estaba muerto de vergüenza y seguía un poco aturdido después de correrme por lo que no pude decir nada. Ella se tocó la espalda y notó mi semen por toda su camiseta.

"Será posible… mi hermanito… ahora resultara que no eres tan maricón como nos pensábamos" dijo mientras se quitaba la camiseta y la tiraba al suelo. Sus pechos desnudos quedaron frente a mí, apuntándome con sus duros pezones. "¿Te pongo cachondo verdad hermanito?"

Yo no sabía que decir, me avergonzaba lo que acababa de hacer y que ella me hubiese descubierto, aunque la verdad es que no podía apartar la mirada de esa delicia de tetas. Pero mi hermana, en vez de enfadarse parecía que estaba disfrutando con la situación. Sonreía como burlándose de mí, consciente de que tenía un nuevo motivo para meterse conmigo. Entonces sus ojos se pararon en mi polla.

"Joder, pero que pollón tienes hermanito… debe medir como 20 centímetros. No solo no eres maricón, sino que además tienes una polla de semental. Que calladito te lo tenías…".

Yo nunca me había percatado de que tenía una polla grande. La verdad es que nunca había visto a otro hombre desnudo así que no tenía con quien compararme. Mi hermana se acercó a mí y empezó a tocármela. Enseguida se me puso dura otra vez, no me podía creer que mi hermana me estuviese tocando el rabo y eso me excitaba mucho. Siguió meneándomela un rato hasta que la erección fue total.

"Tu te has corrido conmigo, ahora me toca a mí. Esto me está poniendo muy cachonda. Me vas a comer el coñito. ¿Nunca te has comido un coño verdad hermanito?" dijo ella, yo contesté que no con la cabeza. Mi hermana se quitó el tanga y dejó a la vista su rico conejito. Lo tenía totalmente rasurado y ya estas alturas ya lo tenía bien abierto y mojadito. Me cogió por el pelo y me metió la cabeza entre sus piernas. Yo no sabía muy bien que hacer, así que empecé a lamer su raja.

"Así, así, muy bien hermanito, sigue así" gemía ella mientras me seguía agarrando del pelo y me metía la cabeza más hondo entre sus piernas. Yo hacía lo que podía, sus jugos vaginales me mojaban la boca y sus muslos me apretaban la cabeza. Ella gritaba desesperada y pedía más, pero yo apenas daba abasto intentando lamer y chupar su coño.

Entonces ella empezó a agitarse más rápido y su respiración se volvió más entrecortada. Una ola de líquido caliente me inundó la cara y casi me ahoga. Mi hermana gritó de placer y se corrió en toda mi cara. Sus piernas se relajaron y me soltó el pelo y por fin pude sacar mi cabeza de ahí.

"¿Qué estáis haciendo? dijo una voz que venía de detrás nuestro. Me giré y vi que era mi madre que estaba observándonos desde la puerta.

"Mamá, ¿cuanto rato llevas ahí mirando? Pregunté yo sorprendido.

"El suficiente para ver lo bien que se lo están pasando mis hijitos" contestó mientras se iba acercando. Entonces pude ver que llevaba puesto un camisón largo negro y transparente sin nada debajo por lo que se podían ver sus preciosas curvas, sus grandes senos y un conejito muy bien depilado.

"¿Has visto mamá? Resulta que no es un maricón como pensábamos, además mira que pollón gasta". Dijo mi hermana señalándole a mi madre mi polla empinada. Ella se acercó hasta que pudo tocarla y empezó a pajearmela.

"¿Te gusta esto verdad mi hijito?" preguntó ella. Yo le respondí que si y me incliné hacia atrás disfrutando de su masaje especial. "Tu papá no la tiene tan grande y además él nunca esta aquí para satisfacerme" siguió contándome, pero yo apenas escuchaba, solo quería disfrutar del momento.

Entonces mi madre se puso de rodillas en el suelo y se metió mi polla en la boca. Empezó a chupármela suavemente mientras me la meneaba con una mano. Aquella era una sensación deliciosa, tener sus sensuales labios y su húmeda lengua rodeando y chupando mi capullo.

"Toma hija, chúpale la polla a tu hermanito, vamos a convertir a este maricón en todo un hombre" dijo mi madre ofreciéndole mi pene erecto. Ella se acercó y se metió el capullo en la boca, mientras mi madre me la aguantaba con una mano y me la pajeaba.

Siguieron un rato chupándome la polla por turnos. Mi madre era la que la aguantaba y se la iba ofreciendo a mi hermana cuando ella no la estaba chupando. Sus manos toqueteaban mis huevos y acariciaban mis piernas y estomago. Yo estaba en la gloria, aquello era mucho más que una fantasía hecha realidad, ya que nunca en mi vida me hubiese imaginado que algún día mi madre y mi hermana mayor me estarían comiendo la polla.

Mi madre se levantó y se quitó el camisón, quedándose totalmente desnuda delante de mí. Contemplé encantado su precioso cuerpo desnudo, sus deliciosas curvas, sus grandes pechos y sus anchas caderas mientras mi hermana me seguía chupando la polla con ganas. Mi mamá me cogió de la mano y la acercó a su coñito, me hizo que empezara a acariciar su lindo conejito y yo lo hice con los dedos, separando sus labios e introduciéndolos por su húmeda rajita.

"Hijo mío, ha llegado la hora de que te folles a tu hermanita, ella esta deseando convertirte en todo un hombre" dijo mi madre entre gemidos. Mi hermana no tardó en tumbarse en la cama con las piernas bien abiertas, ofreciéndome su coño abierto y mojadito. Yo estaba un poco nervioso porque nunca lo había hecho antes, pero mi madre me ayudó a ponerme encima de mi hermana y con su mano guió a mi polla hasta dentro de la vagina de mi hermana.

La sensación de entrar en ese agujerito húmedo y caliente fue sumamente agradable. Mi hermana gimió levemente al notar mi polla dentro y empezó a gemir más a medida que fui bombeando dentro de su coño. Mi madre estaba detrás de mí, acariciándome el pecho y susurrándome al oído.

"Así hijo, muy bien, fóllate a tu hermanita, a ella le encanta".

"Mmmmmm si, si… que polla más rica, quiero más, más…" gemía desconsolada de placer mi hermana.

Seguí un rato más, pero mi madre no tardó en apartarme de mi hermana. No quería que mi hermana fuese la única que disfrutase de eso, ella también quería un poco de mi polla rica. Me tumbó en la cama y se puso encima, metiéndose mi polla hasta el fondo, y empezó a cabalgarme. Sus tetorras botaban justo en frente de mi cara y yo no me pude resistir a cogerlas y empezar a chupar sus ricos pezones.

Mi hermana mientras, observaba la escena masturbándose a nuestro lado. Se frotaba el coño con energía y se metía los dedos por la vagina gimiendo como una perra en celo. Yo seguía follándome a mi mamá, que me montaba meneando su culo encima de mí. Cuando parecía que estaba a punto de correrme otra vez, mi madre se quitó de encima de mí y se puso de rodillas otra vez frente a la cama.

Esta vez puso mi polla entre sus pechos y me empezó a hacer una cubana. Mi hermana se acercó y me lamía el capullo mientras con una mano se seguía masturbando. Los tres estábamos en pleno éxtasis y apenas éramos conscientes de lo que hacíamos, solo queríamos disfrutar de todo el placer que nos proporcionábamos.

Mi madre siguió frotando sus tetas en mi polla. Luego se acercó con su lengua y fue bajando hasta llegar a mis huevos y los empezó a chupar con fuerza. Siguió bajando y me empezó a lamer el ojete del culo. Al principio me pareció una sensación un poco extraña, pero me fue gustando y abrí las piernas todo lo que pude para que mi madre me llegase mejor al culo. Mientras mi hermana me empezó a comer el rabo, tragándoselo hasta el fondo y llenándolo de saliva.

"Hija, móntate encima de tu hermana y fóllatelo" ordenó mi madre. Mi hermana no tardó un instante en hacerle caso, se puso encima de mí y se introdujo mi polla todo lo hondo que pudo. Enseguida empezó a menear su culo y a agitar todo su cuerpo disfrutando hasta el último centímetro de mi rabo. Se agarraba las tetas y se pellizcaba los pezones mientras gemía como una loca.

Mamá seguía chupándome los huevos, pero de vez en cuando también lamía el ojete de mi hermana. Se notaba que estaba disfrutando como nunca al ver a sus dos hijos follando como unos salvajes, pero sobretodo por verme convertido en todo un macho. Entonces, de pronto empezó a meter un dedo por el culo de mi hermana.

"Ahora te vas a follar a tu hermanita por el culo, a ella le va a encantar" dijo mientras mi hermana se relamía de gusto. Pero lo mejor vino cuando me agarró la polla, la sacó del coño de mi hermana y la metió por su culo. Mi hermana casi se corre de gusto al notar todo mi pollón por su estrecho agujerito. Se frotaba el clítoris mientras se movía arriba y abajo clavándose mi polla hasta el fondo.

Luego se apartó y se puso a cuatro patas sobre la cama, puso el culo bien en pompa ofreciéndome su ojete totalmente abierto. Enseguida me acerqué a ella y le clavé otra vez la polla hasta el fondo y empecé a follarme su culito. Mi madre no quería ser menos y se puso también a cuatro patas al lado de mi hermana. Se separó las nalgas con las manos ofreciéndome el agujero del culo.

Después de encular un buen rato a mi hermana y cuando ya no pudo aguantar más del dolor, pasé a penetrar el culo a mi madre. Me costó un poco meterla primero, pero apreté fuerte y se la clavé hasta el fondo. Mi madre lanzó un gran grito de dolor, pero a mi no me importó en absoluto, quería hacerla sufrir un poco aunque la verdad es que no tardó nada en empezar a gustarle mi polla por su culo estrecho.

Mientras me follaba a mi madre por detrás, ellas dos se besaban apasionadamente. Sus lenguas se entrelazaban y se comían las bocas con ansia. Se frotaban el coño y gemían desesperadas deseando correrse ya. Yo estaba a punto de descargar toda mi leche otra vez. Que placer más grande había sido follármelas por todos sus agujeros. Di un par de culadas más y me corrí soltando mi semen en el culo de mi madre, llenando todo su agujerito de leche calentita. Mi hermana se acercó y le solté un par de chorros más en su boca de guarra, que ella no tardó nada en tragarse.

Los tres nos tumbamos en la cama agotados y no tardamos mucho en dormirnos juntos. Al día siguiente ellas me confesaron que no esperaban de mí que fuese tan buen amante y que estaban sorprendidas de que me hubiese atrevido a follar con ellas. Me contaron que muchas veces se lo montaban juntas por las noches, ya que mi madre no tenía a nadie más con quien hacerlo.

A partir de entonces encontraron una nueva diversión en mí. Muchas veces repetíamos lo de aquella noche y algunas noches lo hacía solo con mi hermana o con mi madre. Yo siempre estaba dispuesto a satisfacerlas y ellas sabían que podían contar conmigo siempre. Además se me quitó la timidez con las chicas y desde entonces ya no tuve ningún problema en encontrar novias.

Tratando de hacer sentir mejor a mi madre

Graciela arrojó la lámpara contra el espejo, quebrándolo en decenas de pedazos y haciendo tanto ruido que despertó a su hijo, quien de inmediato se levantó de la cama para averiguar que sucedía. Se sentía tan poca cosa que no deseaba mirar su reflejo nunca más. Estaba convencida de ser la mujer más horrible del planeta. Su esposo, ese quien fue el único hombre en su vida y con quien se casó apenas cumplió los quince, la había dejado por una chiquilla hacía ya un par de meses y, después de tanto pensar, no encontraba otra explicación para ello que su asqueroso físico. Ese pensamiento la atormentaba y ya no quería verse ni el rostro. Culpándose del abandono de su marido, se derrumbó y comenzó a llorar amargamente.

Su hijo entró en la habitación y, al verla tirada en el piso y con los ojos llenos de lágrimas, corrió a levantarla. Como ya se estaba haciendo costumbre, la estrechó entre sus brazos e intentó calmarla con palabras de aliento, pero toda frase resultó inútil. Ella simplemente no paraba de llorar. Nada de lo que él le dijera podría borrar de su mente la idea de que ella y sólo ella, era la causante del fracaso de su matrimonio.

- Soy horrible y asquerosa, hijo. Por eso me dejó tu padre, porque ya no le gustaba. - Exclamó Graciela en medio de sollozos.

- ¿Qué? Claro que no, mamá. Si mi padre se fue, es porque es un idiota. Tú no eres fea y mucho menos asquerosa. Eres la mujer más linda que conozco. - Aseguró el jovencito.

- Sólo me lo dices porque eres mi hijo y quieres hacerme sentir mejor, pero yo se que no es cierto. Dime la verdad. Dime que a ti también te doy asco. Dímelo. - Ordenó la alterada mujer.

- ¿Cómo quieres que te diga algo que no pienso? ¿Cómo quieres que te diga que me das asco cuando te considero hermosa? - La cuestionó el chamaco.

- Entonces, si no te doy asco y tan hermosa me consideras, bésame. - Suplicó ya más tranquila, pero no por eso menos triste.

El adolescente se petrificó ante la petición de su madre y no supo como reaccionar. Era cierto que pensaba en ella como una bella dama, pero de eso a querer besarla...había una diferencia abismal. Por más atractiva que ella fuera, no podía hacerlo. Era su madre, por Dios. ¿Cómo besar a la mujer que le dio la vida?

- ¿Lo ves? Ya sabía yo que eras un mentiroso. Si tan bonita te pareciera, no te habrías quedado ahí, paralizado. - Afirmó Graciela, con los ojos otra vez vidriosos.

- No, por favor no llores mamá. Si no te besé...fue porque... - Quiso explicarle, pero le fue imposible finalizar la frase pues ella lo interrumpió.

- Porque me mentiste y crees que soy espantosa, un fenómeno de la naturaleza. Más asquerosa que una cucaracha. Un desecho de la vida. Peor que un gusano embarrado en la pared. Un... - Tampoco ella pudo continuar hablando. Su hijo decidió cumplirle sus deseos.

Él sabía que cuando su madre se ponía en ese plan, no existían palabras que la hicieran entender. Tratando de no pensar en el lazo que los unía y seguro de que era el único recurso para callarla, la tomó de la cintura, la apretó contra su pecho y la besó. Ella, sorprendida por el atrevimiento del chamaco, permaneció indiferente por un breve lapso, pero después separó sus labios para darle paso a esa lengua que tanto placer le daría minutos después. Olvidándose de que eran madre e hijo, cruzaron la entrada a un mundo al que nunca imaginaron viajar juntos.

Ella colocó su mano derecha en la nuca de su hijo, para empujarlo hacia ella y darle más profundidad al beso. La que le quedaba libre la llevó hacia la entrepierna y, como a él no le gustaba usar ropa interior debajo de la pijama, fue como si tocara su pene directamente. Si es que ya antes no lo estaba, descubrir la forma del miembro del jovencito, con un pantalón incapaz de ocultarla, la excitó. Apretó con fuerza ese pedazo de masculina carne y le imprimió más pasión a sus movimientos bucales.

- ¿Te han hecho sexo oral, David? - Le preguntó Graciela, luego de finalmente haberse separado de sus labios.

El nervioso chico no pudo ni responder. Lo que pensó sería un simple beso para hacer sentir mejor a su madre, se había salido de control y ahora ella estaba ahí, tan cerca de su cuerpo que sentía su respiración, ofreciéndole una mamada. Pudo haberse negado. Pudo haber salido del cuarto en ese momento en el que no estaban abrazados, pero no lo hizo.

A pesar de que ella era su progenitora, a pesar de que su cerebro no paraba de decirle que todo aquello estaba mal, una parte de él lo deseaba. Una parte de él ansiaba que esa carnosa boca, sin importar a quien perteneciera, rodeara su falo y lo hiciera terminar dentro de ella. Esa parte que no le permitía molestarse cuando alguno de sus compañeros emitía un comentario sexual acerca de su madre. Esa parte que le aconsejaba espiarla a la hora del baño y a la que él nunca había hecho caso, más por miedo que por falta de ganas. Esa parte que le decía que primero que nada eran un hombre y una mujer, que lo demás eran simples formalidades de la sociedad. Reglas estúpidas que sólo reprimen los instintos, esos que si en verdad fueran tan malos y anormales no existirían.

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David nunca había escuchado a esa su voz interna, pero para todo hay una primera vez. Nunca había reparado en que su madre aún era joven y su cuerpo aún era capaz de despertar las más bajas paciones, incluso en él. Nunca la había visto con ojos de lujuria, pero ya no pudo evitarlo más. Saliendo del trance en el que entró al oír aquella pregunta, se bajó los pantalones y dejó libre a su ya erecta y babosa polla.

Graciela entendió lo que ese movimiento significaba y sin dudarlo un segundo, se lanzó a devorar tan apetitoso instrumento. Lo metió entero en su boca y, sin encontrar en su buena longitud un obstáculo, dio inicio a la tarea de subir y bajar a lo largo de su tronco, manteniendo en ocasiones sólo el glande dentro.

No era la primera vez que al chico le manaban la verga, pero sí la mejor de todas. A pesar de que, por su buena suerte con las mujeres, se había iniciado en eso del sexo apenas entrada la adolescencia, nunca alguien le había hecho tan bien el sexo oral. Su madre era toda una experta y era precisamente eso, el parentesco entre ellos, lo que más disfrutaba. Jamás había gozado tanto ver a su pene entrar y salir de una boca. Siempre tardaba un buen rato antes de sentir que el orgasmo se aproximaba, pero esa ocasión fue diferente. Aunque apenas habían pasado unos minutos desde que bajara su pijama, había comenzado a sentir un hormigueo en los testículos y era muy pronto para eyacular.

Le pidió a su progenitora que se detuviera y, una vez que ésta se puso de pie, volvieron a besarse. Con desesperación y algo de torpeza, la desnudó completamente para después tirarla a la cama y recorrerla con su lengua hasta el último rincón.

Inició por su rostro, orejas y cuello. Luego bajó a sus senos, donde se tomó su tiempo para chupar, morder y estrujar esos endurecidos y oscuros pezones por los cuales de pequeño se había alimentado. Siguió descendiendo por su vientre sin detenerse hasta llegar a sus pies. Lamió la planta y cada dedo de estos, para después emprender el camino de regreso y ocuparse del único lugar que le faltaba. Hundió su rostro entre las piernas de la enloquecida mujer y, como si aún quedara alguna, empezó a curar con saliva las heridas que su nacimiento causara hacía ya casi diecisiete años.

Ella se estremeció al primer contacto de aquella lengua sobre su vulva. Atrapó la cabeza de su hijo con sus muslos para obligarlo a no separarse de ella, para rogarle que continuara haciéndola vibrar de esa manera en que sólo su padre lo había hecho. El jovencito no necesitaba de eso para desempeñar su trabajo con pasión y empeño, pero aún así encontró satisfactoria aquella suplica. Siguió lamiendo cada uno de esos mojados y tibios pliegues con todas sus ganas. No paró hasta que, luego de sentir el filo de unos dientes alrededor de su clítoris, su madre explotó en un intenso y prolongado orgasmo del cual él bebió lo más que pudo.

- Ahora...ahora tú. - Apenas y atinó a decir Graciela, todavía bajo los efectos de haber llegado al clímax e intentando sugerir que era tiempo de la penetración.

A pesar de lo poco claro del mensaje, David comprendió a lo que ella se refería y, colocando las piernas de ésta sobre sus hombros y la punta de su hinchado y palpitante miembro en la entrada de esa todavía inquieta vagina, la atravesó con su enorme hombría, provocándole a ambos un suspiro que fue muestra de lo mucho que estaban disfrutando y lo que aún les quedaba por disfrutar.

Habiendo logrado que ella terminara una vez antes del coito, el ansioso adolescente no se sintió obligado a pensar en otra cosa que no fuera su propia satisfacción. En cuanto sus testículos chocaron contra la entrepierna de su madre, comenzó a follarla rápida y furiosamente. Era muy poco lo que salía de su pene y mucha la fuerza con que embestía, lo que en un principio representó para ella un poco de dolor. Mismo que desapareció transcurridos los primeros cinco minutos, luego de los cuales le pidió que le diera más duro y él, como buen hijo, obedeció e incrementó el ritmo y la violencia de sus estocadas.

Así continuaron por un buen rato, ella pidiendo más y él complaciendo sus peticiones, hasta que, en medio de fuertes alaridos que anunciaban la magnitud con que sus sentidos eran golpeados, el chamaco no pudo contenerse más y se vino dentro de quien años antes lo trajera al mundo. Ella, al sentir los chorros de semen de su muchachito chocando contra las paredes de su vagina, también se corrió. Ambos estaban exhaustos y, sin dejar de estar unidos por sus sexos, se quedaron dormidos al poco tiempo.

A la mañana siguiente, David se despertó y estiró el brazo pensando que su madre estaría acostada con él, pero ella ya había salido de la recámara y estaba en la cocina, preparando el desayuno. Con una sonrisa de oreja a oreja, que se dibujo en su cara al recordar lo que había pasado la noche anterior en esa misma cama, el alegre jovencito se puso el pantalón y se incorporó de un salto. Bajó las escaleras y caminó hasta donde Graciela.

Ella se encontraba de espaldas junto a la estufa, cocinando un par de huevos rancheros. Él se acercó y la abrazó por detrás, restregándole contra las nalgas su, por andar pensando en su anterior encuentro, endurecida verga. La besó en el cuello y le dio los buenos días esperando una respuesta de su parte, pero ella ni se inmutó. Siguió cocinando.

- ¿Por qué te levantaste de la cama? Creí que repetiríamos lo de anoche. Creí que te había gustado como te lo hacía y ya no podrías vivir sin mi polla enterrada en tu cuevita. - Insinuó el calenturiento muchacho, frotando su miembro a lo largo y ancho de aquel voluptuoso trasero como si ella fuera, más que su madre, su amante.

- Saca los platos que el huevo ya está listo. - Ordenó ella, ignorando las insinuaciones de su hijo y con un tono de voz frío que parecía no acordarse de lo que habían vivido juntos.

Un tanto confundido, el chaval puso la mesa y, al menos por un tiempo, no hizo comentarios aludiendo a lo ocurrido la noche anterior. Se limitó a comer y a observar como su madre lo hacía, aguardando a que los dos terminaran para atacar de nuevo. Cuando tragó el último bocado, se levantó de la silla y se dirigió a la de ella. Se le plantó enfrente y bajó su pijama, dejándole la verga a unos cuantos centímetros de la cara.

- ¿No vas a querer postre? - Preguntó el jovencito, refiriéndose claramente a su pene.

Graciela no dijo ni hizo nada. Recogió la loza y, luego de meterla en la máquina lava platos, tomó su bolso con la intención de salir. El muchacho la siguió con su falo balanceándose en el aire e interrogándola acerca de su indiferente actitud. Ella continuó sin pronunciar palabra y abrió la puerta. Antes de abandonar la casa dio media vuelta y le soltó una tremenda bofetada a su hijo, quien sorprendido, no pudo hacer nada para evitar que se fuera. David no comprendía el porque su madre se comportaba de esa manera, pero si entendió que entre ellos, al menos en el plano sexual, nada volvería a pasar. Terminó de quitarse los pantalones y caminó hasta su cuarto. Se acostó sobre su cama y comenzó a masturbarse frenéticamente, pensando en aquellos momentos en que estuvo dentro de su madre, sintiendo como la vagina de ésta aprisionaba su verga con aquel calor delicioso. Pensando en esa noche que, a pesar de sus deseos, ya sólo sería un recuerdo. Uno muy bello, pero al fin y al cabo...un simple recuerdo.